9.10.2012

Te explicamos por qué les gusta '50 sombras de Grey'


Nos metemos en las turbulentas aguas del porno para mamás. Así no tienes que hacerlo por ti mismo.



Cuarenta millones de copias vendidas en todo el mundo, Hollywood en guerra civil por adaptarla y una autora de fanfictions tan afortunada que podría comprar los terrenos de una democracia joven para construirse allí un spa. He aquí 'Cincuenta sombras de Grey', primera entrega en una trilogía de best-sellers que, para no andarnos con rodeos, está poniendo increíblemente cachondas a cuarentañeras de 37 países mientras tú acabas de leer esta frase. ¿Pensabas que J.K. Rowling era la autora viva más vendida? Bueno, datos que publicó Amazon en agosto afirman que tendría que matar a su compatriota E.L. James para recuperar ese puesto. 

Está bien, remontémonos a los orígenes remotos para intentar entender esto: en 1897, Bram Stoker se adelantó a las críticas de los lectores más mojigatos al convertir al protagonista de su novela, el conde Drácula, en una fuerza sexual todopoderosa y subyugante, un Mal absoluto abriéndose paso por la Inglaterra victoriana y temerosa de Dios, obligando al resto de personajes a entregarse (contra su voluntad) a actos impuros. Cristalización de las fantasías de poder y dominación que la sociedad de su época solía esconder en el armario, Drácula no sólo le dio una coartada moral a su autor, sino que prefiguró la idea del vampiro como fantasía sexual oscura. A partir de entonces, las historias sobre vampiros solían repetir el esquema stokeriano de elemento dionisiaco que alteraba el orden de una sociedad apolínea, por no hablar de que el arquetipo de Drácula en nuestro inconsciente colectivo siempre suele ir asociado a una mujer con el camisón abierto, heridas en el cuello y la inconfundible marca del deseo en el rostro.

Hasta que llegó 'Crepúsculo'. Stephenie Meyer acuñó algo que podríamos bautizar como el Neovampiro, un giro de 180 grados al arquetipo que, en lugar de personificar la fuerza arrolladora de los impulsos primarios, aboga por el autocontrol. Chicas, nada de sexo hasta el matrimonio, cuando por fin podréis entregaros a él y descubrir la única cosa para la que, al parecer, sirve: procrear. Las novelas de Meyer no eran precisamente vitaminas para el imaginario lúbrico de las quinceañeras, pero quizá eso fue lo que convirtió a Edward Cullen en un icono tan poderoso (el sabor de lo prohibido...). Y eso fue también lo que inspiró cientos y cientos de fanfictions que daban rienda suelta a toda esa pulsión sexual no consumada que bullía en el subtexto de la saga.

Uno de esos relatos escritos por fans, 'Master of the Universe', era tan explícito que su autora, Snowqueen's Icedragon (os juramos que ese era su nick), fue obligada a retirarlo de varias páginas especializadas. Pero no había problema: ya tenía habilitada su propia web, donde realizó algunos pequeños cambios en los personajes y la trama, utilizó otro seudónimo más comercial (E.L. James) y, tras firmar un contrato con una editorial, borró todo el contenido. La trilogía de Grey nació, pues, al calor del Neovampiro de la saga 'Crepúsculo': en un primer momento, eran Edward y Bella los que disfrutaban de sesiones de sadomaso en el despacho (y en el avión privado, y en el piano, y en...). James convirtió a sus protagonistas en Christian Grey y Anna Steele, pero la semilla siempre estará allí.

'Cincuenta sombras de Grey', bautizada como "porno para mamás" por su éxito entre las lectoras de más de 35 años, es la mutación del virus Corín Tellado para unos tiempos de profunda desigualdad social, en los que la idea de someterse a los deseos de un joven viril y millonario es, al mismo tiempo, repugnante y cautivadora. La protagonista puede parecer una víctima sin dignidad, pero E.L. James (como Stephenie Meyer antes que ella) también está escribiendo en código unas políticas sexuales muy complejas: es ella la que decide someterse, al igual que era Bella la que decidía quedarse con el muerto mojigato (Edward) en lugar de zumbarse al musculitos (Jacob).

Por su parte, el atractivo de Grey está claro, y podríamos resumirlo como una versión masculina de la femme fatale. De hecho, es Drácula por otros medios: sigue siendo ese extraño irresistible y dionisiaco ante el que la voluntad de una mujer indefensa poco puede hacer. Incluso tiene una cámara subterránea, sólo que esta vez está llena de látigos y consoladores. Pobre Edward Cullen: su manifiesto a favor de la abstinencia no caló. A las lectoras de novelas de consumo les sigue yendo la marcha.


1 comentario:

  1. Hola!!, encantada de ser una sumisa mas que se enamoró de esta historia y de sus personajes, de ese Christian, divino que muchas nos gustaría encontrar,guapo,millonario,aun con esa particular forma de ser,y que vino a encontrar lo que más necesitaba, el amor de una chica inexperta,que fue capaz de derrumbar todos los muros que el mismo se había creado.
    Un beso desde Barcelona, España

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